CUENTO DEL SOL Y DE LA
LUNA
Eran dos niños huérfanos que llegaron a vivir con una
pareja de ancianos, quienes no habían tenido hijos. La abuela se llamaba: Xtahk lëhs y el abuelo Ngwzeey Zaa'b. Estos niños llegaron con ellos
y ellos los criaron. Los abuelos querían de comer y los niños salían a buscar.
Los niños les decían que podían cazar venados, que eran muy sabrosos. Estos
niños cazaban diferentes animales de campo y de río, ellos les enseñaron a
comer estos animales, ellos no comían animales antes. Los abuelos les pidieron
que cazaran venados y los niños pusieron trampa, ya que en ese tiempo no se
usaban armas para cazar, sino trampas hechas por ellos, así entonces, pusieron
mecate en el camino del venado.
Pero sucedió que una vez los niños engañaron a la
abuelita, le dijeron que ya habían cazado un venado y ella no sabía que era su
marido. Llegaron a la casa con el supuesto venado, descuartizaron el animal, ya
descuartizado le dijeron a la abuelita que guisara la carne, luego le dijo el
niño: avísale al abuelito que venga a comer. El abuelito estaba cerca de una
cueva trabajando el campo. Llegó la abuelita a buscar al abuelo y lo encontró
dormido, pero por más que le hablaba no le contestaba y regresó a avisar a los
niños que el abuelo no contestaba, que estaba durmiendo. El niño dijo que por
qué si estaba trabajando el abuelo tenía que dormir. Tres veces fue y vino la
abuelita, entonces le aconsejaron que fuera de nuevo y que lo despertara
pegándole con su ceñidor; así lo hizo la abuelita y se soltaron las avispas que
estaban dentro de la piel del abuelito.
Al regresar la abuelita y decirle al niño lo que había pasado, le contestó: No, no creo
que sea mi abuelito, mejor come de la carne de venado y después te vas a bañar
al río.
Al terminar de comer, la abuelita fue al río a bañarse, y
como en ese tiempo todos los animales hablaban de nuestro idioma, le empezó a
decir la rana: "taw llingwzeeili" que en español quiere decir: cómete
a tu viejo. Al volver la abuelita a su casa, preguntó a los niños por qué la
rana le había dicho eso, el niño le contestó: Si vas al río y te vuelve a decir
la rana así, le avientas un pedazo de tu falda para taparle la boca; será por eso que la lengua de la rana parece un pedazo de trapo.
Cuando volvió la abuelita, los niños ya no estaban en su
casa, y como en ese tiempo también las cosas de la casa hablaban, hablaba el
metate, el comal, las ollas y todo lo demás, el niño había hablado con ellas
antes de irse y les había dicho que no le dijeran a la abuelita el camino que
iban a tomar. Y así, al preguntar la abuelita a las cosas por los niños, todas
se quedaron mudas, ninguna decía por dónde se habían ido, por fin, sólo el
tejolote o sea la piedra con la que se muele la salsa en la chirmolera, le
contestó a la abuelita y le dijo por dónde se habían ido los niños. El niño y la
niña al irse de la casa, agarraron los canutos grandes de hilo que los mismos
abuelos habían hecho del gusano de seda y del algodón. Estos hilos se habían
llevado los niños dejándolo tirado por todo el camino para que cuando la
abuelita quisiera seguirlos, estos hilos se convirtieran en bejucos con espinos
en todo el paso por donde se fueron.
Como la abuelita estaba muy enojada con ellos, hizo todo
lo posible por seguirlos, atravesando el monte de bejucos y espinos y por fin
vio a los niños y empezó a perseguirlos. Entonces los niños subieron a un árbol
de guarumbo que en ese tiempo era más bajo y por cada vez que la abuelita les
hablaba, les gritaba o les maldecía, el guarumbo subía, crecía un poco más,
aumentaba una rayita más hasta crecer tan altos como son ahora; se dice que a
causa de las maldiciones de la abuelita es que el guarumbo no da frutos para
comer.
Siguió hablándoles la abuelita hasta que se enojó más y
le dijo que traería a sus hermanas "culebras de río" y así fue, trajo
primero a una que les habló a los niños y peleó con ellos y ellos le ganaron la
pelea. Después trajo la abuela a otra culebra de mar y así hasta que trajo a la
séptima y a ésta también le ganaron los niños, entonces la descuartizaron y le
sacaron los ojos muy brillosos que tenía. El ojo izquierdo se le quedó al niño
y el ojo derecho a la niña. Se quedaron jugando con esas canicas brillosas y
siguieron caminando por los dos cerros.
Ya tenían mucha sed cuando por fin llegaron a un lugar
húmedo y la niña le dijo al niño que tenía mucha sed. Entonces el niño hizo un
hoyito y empezó a brotar el agua, pero como el niño tenía envidia de la canica
de la niña, aprovechó un momento para hablar con el cangrejo y pedirle que
cuando la niña se acercara a tomar agua, el cangrejo jalara el agua hasta que
la niña dejara la canica brillosa a un lado, pero ya la niña se había dado
cuenta de que el niño quería quitarle su canica por eso la tenía bien agarrada
en una mano y no la soltaba. Pero por fin, como ya tenía mucha sed,
se acercó al pocito a tomar agua y dejó la canica a un lado. El niño aprovechó
el momento para cambiar la canica que él tenía, la menos brillosa, la del ojo
izquiedo de la culebra de mar, por la más brillosa, la del ojo derecho de la
culebra de mar. Al ver ésto la niña se la pidió muchas veces, le suplicaba al
niño le devolviera su canica, pero el niño ya no se la quiso devolver.
Después de este cambio, los niños siguieron caminando, se
disponían ya a salir, pero en eso, todos los animales del campo se acercaron a
los niños y preguntaron al niño de qué se iban a alimentar ahora que ellos se
iban para no volver. Entonces el niño empezó a señalarles qué frutas, qué
camotes, qué hierbas, qué bejucos, cada cosa de que se podría alimentar cada
animal.
Ya había terminado de decirle a todos los animales,
cuando vieron que llegó el armadillo. El armadillo antes no tenía su
caparazón, estaba encueradito, y como se cuenta, cada animal se tejió su
"ropa", sus pieles, el armadillo en ese momento estaba tejiendo el
suyo, el cual no terminó de hacer, quedó a medias, como lo vemos ahora, con máscara delgada en la cara, la panza de cuerito, las patas y manos tienen una
parte cubierta con el material del caparazón. El armadillo estaba trabajando,
tejiendo su ropa a partir de rayas y figuras; por eso es que también la gente
de antes como nosotros, la gente india, ha tejido y bordado su ropa con rayas y
dibujos como lo hacen hasta ahora.
Cuando el armadillo se dio cuenta de que el niño estaba
señalando el alimento de los animales, agarró su caparazón, se lo puso y fue
rápido a pedir que los niños le señalaran cuál sería su alimento. Entonces el niño
le dijo: ya que tú llegaste muy tarde y se repartieron a todos los animales del
campo, te conformarás con comer tierra, lodo y animalitos que haya en la
tierra. Y el armadillo se conformó.
Cuando ya todos los animales del campo supieron de qué se
iban a alimentar, el Niño y la Niña se fueron, se tragaron las canicas
brillosas, subieron al cielo y se hicieron lo que son ahora: EL SOL Y LA LUNA.
Contado en castellano por la señora Marina Martínez.
Rancho Rio Ocotal, Xanica, Oaxaca, México.
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